La inteligencia artificial (IA) en su sentido más estricto, es la inteligencia de las máquinas. Es decir, gracias a una serie de algoritmos, diferentes dispositivos son capaces de desarrollar pensamientos y decisiones autónomas basados en datos.
Como en otros muchos ámbitos, la IA cuenta con un gran potencial dentro del sector sanitario. La IA aplicada a la medicina se puede definir como el análisis y procesamiento de datos médicos a través de algoritmos capaces de detectar patrones, tendencias y asociaciones que permiten mejorar la prevención, diagnóstico o tratamiento de problemas de salud, así como mejorar la gestión de las instituciones y centros sanitarios. Pero también tiene aplicaciones en la investigación clínica y para el desarrollo de nuevos fármacos y vacunas.
Las principales ventajas que aportaría esta tecnología frente a “formas más convencionales de hacer medicina” son:
- Aliviar la carga de trabajo a los profesionales sanitarios;
- Reducir errores médicos; mejorar la precisión del diagnóstico clínico;
- Detectar precozmente enfermedades crónicas; reducir costes al sistema sanitario; optimizar listas de espera;
- Minimizar los tiempos de espera de los pacientes en los centros sanitarios;
- Realizar una medicina personalizada y de precisión;
- Reducir el tiempo y el coste de desarrollo de nuevas terapias;
- Implementar terapias avanzadas, y generar nuevo conocimiento biomédico.
Pero todo esto no es ciencia ficción o algo que llegará en un futuro lejano. Desde hace años, las aplicaciones más comunes de la IA en entornos médicos son el apoyo a la toma de decisiones clínicas y el análisis de imágenes. Sin embargo, actualmente la IA en medicina sigue enfrentándose a múltiples retos:
- Falta de repositorios de datos existentes;
- Datos sesgados, no estructurados, fragmentados y de escasa calidad;
- Dificultades para integrar datos complejos y altamente heterogéneos;
- Problemas de aceptación por parte del personal sanitario y de los pacientes;
- Riesgo de contribuir a la deshumanización de la asistencia sanitaria;
- Dudas sobre aspectos bioéticos y deontológicos;
- Falta de un marco legal y una regulación clara y eficaz, etc. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), sin un conocimiento profundo de los aspectos éticos y sociales, las tecnologías basadas en IA podrían “dañar a la población a la que intentan ayudar”.